jueves, 22 de diciembre de 2011

NECESIDAD DIGNA

Cada vez estoy más convencido...la necesidad de escribir es inversamente proporcional al trabajar y el trabajar es directamente proporcional a las ganas de emborracharte. Así mismo también es proporcional a las contracturas, dolor de espalda, de cabeza y demás partes de tu cuerpo.
Bendito sea el trabajo.
Dignifica y nos hace mejores personas.
Hasta mañana a las 5 de la mañana que me levante para dignificarme rápidamente, darme una ducha y volver a ser la persona estupenda en la que me convierte el trabajo.

jueves, 15 de diciembre de 2011

ROBIN

Podríamos pedirle a los más ricos que dieran más dinero, pedirle a un Robin Hood del S.XXI que se inventara un bosque de Sherwood donde cupieran cinco millones de personas y que repartiera el dinero de los ricos entre los más pobres.
Chica tarea la del pobre Robin, me lo imagino entrando en la Bolsa de Madrid, mirando alucinado las pantallas y los datos de cotización de las empresas del IBEX 35 sin saber siquiera a qué empresas se refieren con eso del IBEX 35; también me lo imagino entrando en la sede del Santander pidiendo un microcrédito para comprarse un arco y flechas (para poder asaltar a los ricos por los caminos del Señor) y explicándole a un tipo que está detrás de una mesa, con su traje y corbata a juego, que necesita apoyo para hacer lo que es correcto.
Pobrecito Robin.
Vamos a imaginarnos que nuestro Robin de los bosques consiguiera la subvención necesaria para su proyecto y que se pusiera manos a la obra
¿por dónde empezamos? ¿a quién le tomaríamos 'prestado' el dinero?
Banqueros, políticos, senadores, empresarios, congresistas, a la Iglesia (¿no acompañaba un fraile en sus fechorías a nuestro Robin?)
Esto es mucho más complicado de lo que pensábamos, ahora no sabemos quienes son los buenos y quienes los malos, antes todo era más sencillo porque los dos bandos estaban diferenciados, en cambio ahora…¿a quién le daríamos el dinero? A los trabajadores, a los sindicatos, a los parados, a las PYMES, a los pobres???
¿Y si en vez de dar el dinero lo invirtiera en Bolsa para sacarle más rendimiento?
Robin con su traje verde y mayas ajustadas, espada en mano, el arco colgando flácido en la espalda y un sombrero de pico con una pluma, atravesando de nuevo  la puerta del edificio de la Bolsa y gritando: "¡Compro! ¡Vendo!
No, no…mejor esperaría fuera para asaltar a la gente que saliera del edificio y quitarles todo el dinero…pero, espera un momento… ¡¡¡si no llevan dinero!!! Esto es muy frustrante.

Si yo fuera Robin y me plantara en este Siglo XXI, me iría a algún bosque virgen que quedara (si es que encontraba alguno) y me quedaba allí escondido junto con mi amigo el pequeño Jonh y el fraile Tuck recordando las historias que hicieron famosos a unos forajidos que robaban a los ricos para dárselo a los pobres.

martes, 13 de diciembre de 2011

Gran Vía

El semáforo está rojo. Los coches se agolpan tras la línea blanca con el ruido de sus motores en marcha, esperando para salir. Los conductores no paran de gritarse unos a otros, y por encima de este estruendo, coronando esta amalgama de ruidos, se oyen los claxons de los autobuses y furgonetas. En la acera las personas se apelotonan casi aplastándose unos contra otros. Parece como si les fuera la vida en llegar al otro lado, donde se encuentran el mismo número de personas con el mismo apelotonamiento y con las mismas ansias de cruzar.

Una señora empuja a otra y ni siquiera se gira a pedir disculpas. Un par de chavales en patines esquivan a la gente que se encuentran en su camino, una pareja pasea indiferente. Una chica camina a ritmo forzado preparada para ir al trabajo, un chico joven sale de una tienda de discos con una bolsa en la mano,  los vagabundos tirados en el suelo piden algo para comer. Un hombre sentado en un banco se enciende un cigarrillo, mientras un grupo de amigos pasa charlando y haciendo bromas entre ellos.

Un taxi viene a toda velocidad por la vía de servicio y se para de un frenazo al llegar a su destino. El conductor del golf negro mira fijamente a la chica de la minifalda roja. El del autobús tararea, distraído,  la canción que están poniendo en la radio. El repartidor de la moto pasa rozando a todos los coches que están parados hasta ponerse en primera fila.

El semáforo se pone verde. Los coches arrancan despacio, el taxi vuelve al trabajo, las personas se detienen en los bordes de las aceras, los amigos siguen charlando, la pareja se da un beso y los patinadores se pierden entre la multitud. Mientras, continuo sólo, en el semáforo, perdido también entre la muchedumbre.

jueves, 1 de diciembre de 2011

ser profesional humano

Cuando nacemos estamos predestinados a ser dos cosas: ser humanos y ser abogados, bomberos, electricistas, políticos, conductores de autobús y un casi infinito etcétera de posibilidades.
Lo primero lo eres desde el momento en que sales del útero materno y termina cuando exhalas tu último aliento.

Desde niños estamos abocados a la formación de un ser profesional que se va desarrollando paralelamente al ser humano a lo largo de su vida, un ser profesional necesario, pero que por desgracia, a veces oculta tras su manto de profesionalidad al ser humano que hay detrás.

Leo en algunos periódicos digitales que los trabajadores de los sindicatos se suben los salarios y las dietas en plena crisis. Estos trabajadores, o sus representantes, tienen un nombre y apellidos que los identifican como seres humanos, pero han tomado una decisión como 'seres profesionales' de mantener las subidas salariales pactadas.

A su vez, escucho en la radio o en la TV a 'seres profesionales' políticos y empresarios opinando sobre la crisis y las entidades financieras y pienso que me gustaría sentarme con ellos, con los trabajadores de los sindicatos, con los empresarios, con los políticos y las entidades financieras y hablar con los seres humanos que coexisten con los seres profesionales… hablar con Cándido, con Juan, con Alfredo y Mariano y con Emilio y Francisco (o Paco para los amigos).

Cómo me gustaría invitarles a mi casa, y que al entrar por la puerta se quitaran el traje y dejaran colgado en el perchero a los seres profesionales y sentarme en el sofá con los seres humanos y hablar con ellos… de cultura, de humanidad, de política y de economía… y escuchar música y bebernos una cerveza o un vino, o las dos cosas…y reirnos, como no, reirnos como lo hacen los seres humanos cuando se juntan y hablan.

Y que me explicaran mirándome a la cara porqué algunas decisiones tan importantes en la vida de los seres humanos que les rodean parece que han sido tomadas por el traje que hay colgado del perchero de mi casa y no por Cándido o por Juan, por Alfredo o Mariano, o por Emilio o Francisco.

Quisiera poder escuchar y hablar con seres humanos en primer lugar y luego ya veríamos.

contando

De pequeñito te enseñan a contar. Empiezas del uno al diez, sencillo, y luego llegas al veinte, cincuenta…al cien!!! y así vas aprendiendo a darte cuenta, contando, de la importancia de los números.

De pequeñito recuerdo la sensación, cuando ya sabías andar y te lanzabas casi literalmente a correr… y no parabas sólo por el puro placer de correr, porque podías, y te alegrabas de hacerlo.

Ahora de mayor me marco un verdadero reto: intento contar de uno a cuatro millones, contar esa infinidad de personas, de caras y rostros, de nombres…y después de haberlos contado hago otro esfuerzo y me los imagino corriendo a todos, cuatro millones de personas en movimiento, soñando, viviendo… riendo, llorando… disfrutando o sufriendo… y de repente los paro a todos. Cuatro millones de personas paradas que se levantan cada mañana pensando…no sé, pensando cuando eran pequeños y corrían por el mero placer de sentirse libres.