martes, 28 de agosto de 2012

de camino al gimnasio...


Estábamos en el coche dirección al gimnasio, y como siempre que vamos por ese camino, en cuanto lo vio a lo lejos gritó emocionada: - El mar papá, el mar... al fondo -
Según ella, habíamos pasado ya el puente corto, el túnel largo, la rampa larga también, y llegado por fin arriba arriba de la colina que nos llevaría en su descenso hasta nuestro destino.
Efectivamente... desde ese punto privilegiado se alcanzaba a ver, cristalino, el mar.
-Sí, mi vida, es el mar-
Durante unos segundos lo tuvimos ahí para nosotros, al alcance de nuestras manos.
-Está hablando- dijo ella
Me giré un segundo y comprobé que efectivamente su rostro tenía esa expresión mezcla de atención, comprensión y concentración. En seguida volví mis sentidos a la carretera y le pregunté:
-¿Y qué te dice el mar?


Silencio.


Miré el espejo retrovisor y vi que tenía los ojos cerrados... pensé que se había dormido... y me imaginé su conversación... entre el mar y ella... entre dos años de juventud y los siglos que tras ese azul espejo nos observan:


-Me ha dicho que no te preocupes papá... que cuidará también de mi-
-Me ha dicho que está cansado, pero aún así continuará, y su fuerza nunca mermará-
-Me ha dicho gracias... por escucharme-
-Me ha dicho que cada ola de cada playa de cada mar, es como un hijo suyo... que nos lo entrega para que juguemos con él, para que aprendamos... que es importante saber entregar lo que más queremos para darnos cuenta de que tarde o temprano volverá... de una forma u otra-
-Me ha dicho que el viento es su voz, que nos susurra al oído a menudo... pero que tiene le sensación de que nadie le escucha-
-Me ha dicho que su esencia está escondida en lo más profundo de sus aguas, en un sitio donde conviven la tierra, el aire, el mar y el fuego... en un sitio donde no existe el tiempo ni el lugar, donde todo es porque nada tiene que dejar de ser-


Silencio.


La siguiente salida era la nuestra y mientras ponía el intermitente, como por arte de magia, ella reconoció el sitio y empezó a decir:
-¡¡¡Gimnasio no!!!
El resto del camino fue una protesta en toda regla: quejidos y lamentos sumados a gritos y sollozos dirigidos en parte a la figura del gimnasio y en parte a mí.

No quería quedarse y protestó... como si no fuera a verme nunca más... con ese llanto desconsolado que usan los niños para romperle la voluntad a sus padres... pero no había opción, se tuvo que quedar y yo me tuve que ir.

Fui por el mismo camino que había venido de vuelta a casa... era Agosto y el aire acondicionado del coche hacía lo que podía para cumplir con su deber... pero cuando vi el mar bajé la ventanilla e inspiré profundamente... aún a tanta distancia como me encontraba pude notar el aroma de la sal en mi nariz, en mi paladar... pude notar una ligera brisa fresca en mi cara... pero lo que no pude, por mucho que me esforcé y por mucho que lo intenté fue oír su voz.

miércoles, 22 de agosto de 2012

porque es importante escribir lo que sientes...

Me embarga la ira...
como una marea de petroleo
densa... pegajosa...
mata todo lo que encuentra a su paso,
le quita el color... del blanco al negro
y cuando parece que me ahoga
sale disparada por mi boca, a chorros
que impregnan todo lo que me rodea,
que manchan mi alma con su apestoso tacto
profundo e imborrable...

Tengo ganas de gritar, soltar la correa y correr
dejando atrás lo civilizado...
huir de mi para encontrarme en el espejo
y herirme, insultarme...
mirar a los que tengo a mi lado mientras me doy patadas en el suelo