Un día cualquiera, en las trincheras...
S1. Hace frío esta mañana… y encima está lloviendo.
S2. Sí, hace un tiempo de perros.
S1. Menos mal que nos toca guardia en la trinchera.
S2. ¿Pero qué trinchera?
S1. La del título de este cuento para adultos que se sacó de
la manga el que teclea.
S2. ¡Pero si no existen las trincheras! Eso es del siglo pasado.
Ahora lo que hacemos es 1º bombardear hasta la ruina, 2º rematar la zona con
drones de guerra y 3º avanzar con artillería pesada, por si las moscas.
S1. Ah, pues dicho así, parece que sabe algo de guerra el
que escribe, cuando en realidad no tiene ni puñetera idea… pero, si no estamos
en la trinchera, ¿dónde estamos?
S2. Buscando entre los escombros indicios de terrorismo.
S1. ¿Y a esto lo llaman guerra?
S2. Sí, es la nueva guerra del siglo XXI, aniquilar a tu
adversario sin importar que tu enemigo esté derrotado hace tiempo, dejar morir
de hambre a la gente, ocupar territorios yermos, y todo eso con el beneplácito
y la connivencia del resto del mundo, que mira para otro lado, como cuando
recibes por algún medio -ya sea vía redes o comunicación tradicional- alguna
imagen o vídeo de la barbarie y apartas la vista, simulando que te afecta.
S1. Te refieres a lo mismo que hace el que redacta estas líneas
desde el salón de su casa ¿no?
S2. Exactamente.
S1. Pero entonces, ¿no hay un porqué para todo esto?
S2. Sí, claro. Los que tienen más, tendrán mucho más… y los
que tienen menos o nada… esos no importan porque ya no estarán.
S1. Entiendo. Bueno, sigamos buscando entre las ruinas de
nuestra humanidad excusas que nos sirvan para dormir por las noches, para dejar
de ver al ser humano que tenemos enfrente y cambiarlo por el terrorista y, de
esta forma, cerrar el círculo que perpetúe este diabólico sinsentido. ¡Para ya
de escribir! Le grito al que desliza de forma torpe los dedos por las letras
del teclado, porque no me gusta esto, porque ya no aguanto más.