miércoles, 17 de enero de 2018

solo


Sólo, nunca estuvo acompañado.

Sólo tenía el cielo y la tierra como compañeros de juego (ah, y unas rocas donde todos los días, puntuales, las olas iban a romperse, donde todas las primaveras y veranos niños sucios iban a robarle esas rocas y a bañarse juntos en las olas).

Era muy fácil robarle porque no poseía nada; él decía que lo compartía, el cielo y la tierra, lo único que tenía. El cielo, la tierra y la botella donde su padre guardaba sus sueños, sus deseos, como el genio de su vida.

Sólo llora cuando ve sus lágrimas caer en las piedras de los niños sucios, llora cuando se da cuenta de que está llorando, de que su corazón pequeño ya no guarda como antes, celoso, sus esperanzas. Llora cuando ve el cinturón gris del genio de la botella arrancarle esas esperanzas a latigazos.

Quería volar como las gaviotas, pero ya sólo quiere descansar, ni siquiera huir. Ya no desea; sólo pide a las estrellas un pequeño barco con una vela y dos remos a los lados para poder saludar al mar cuando quiera, para que la tierra le de la bienvenida cuando llegue y las rocas rompan en cualquier momento con fuerza su botella.

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