viernes, 15 de diciembre de 2023

FÁBULA 1

Las gotas de sudor surfeaban las arrugas de la frente mientras decidían si valía la pena dejarse llevar y acabar absorbidas por la cinta que sujetaba la frente o se precipitaban al vacío, donde les esperaba la otra cinta, la que transportaba personas a ninguna parte, la que recibía pisadas cansadas de zapatillas de rebajas, a juego con las camisetas de promoción que, al límite del desborde, se afanaban por contener las oleadas de sudor.

Un sitio casi mágico, una burbuja donde el tiempo no transcurre igual para todos, como un pequeño país de las maravillas donde los hay que luchan desesperados en su intento de ralentizar el reloj y los hay que corren para que las agujas del suyo vayan más rápido. Una mini república, con sus derechos y obligaciones, asumidos sin consensuar… comportamientos que el que llega nuevo, tiene que aprender a base de observar a los veteranos, que se mueven con esa soltura del que se encuentra cómodo en pantalón de mallas y camiseta a la sisa, mostrando el sacrificio de años de trabajo. Te conviertes en un voyeur que, con su outfit recién estrenado, observa asombrado el paisaje que le rodea, inmerso en su propio documental de sobremesa.

Una de las normas que rige este autoproclamado gobierno, de las más importantes, es que no puedes faltar. No hay excusas. Si esto llega a suceder, el resto de feligreses te someterá al día siguiente a un interrogatorio donde tendrás que explicar, de forma detallada y convincente, la razón por la cual no acudiste a la cita diaria… uno a uno te irán abordando, guion en mano, para repetirte la misma pregunta. Porque todos esos fieles que, en mayor o menor grado, sienten que les has fallado, esperan oír una razón convincente que les permita hacer borrón y cuenta nueva. Más tarde, entre risas, te suben el peso de la máquina de turno para que tus músculos abandonados recuperen cuanto antes su firmeza.

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